La madurez

El otro día aprehendí, porque saberlo, ya lo sabía -pero como se sabe el teorema de Thales, porque se ha creido sin más-, que los mayores no nos hacemos más sosegados por la madurez mental y espiritual, sino por la falta de fuerzas. Que es esa falta de fuerza la que nos da el reposo necesario para tomar las cosas de otro modo y madurar y no al revés. Sólo el tonto que no admite que ya no está para acometer locas hazañas físicas se arriesga al infarto.
No podemos enseñar nada a los chavales, sino que deben disfrutar de lo que tienen en cada momento, porque a los 13 podrán hacer cosas que perderán a los 25 y les pasará lo mismo a los 35 o a los 45 y demás. Pero habrá cosas de las que sólo podrán disfrutar según vayan pasando los años, con lo que el equilibrio se mantendrá si lo saben aceptar y tomar.
Yo me rompí una rodilla con 35 años; después es cuando he bailado, esquiado y crecido. Ya lo dicen, que la vida te da los palos necesarios para que te des cuenta de que no eres un diós y las alegrías justas para que no te apenes por ello.

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