La patata y la sociedad
Según el consejo de Mucha, voy a poner mis dibujos acompañando a mis comentarios.
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El rancho era la comida que te daban cuando estabas haciendo el campamento preparatorio para el servicio militar (entonces obligatorio). Buscabas las patatas navegando en el mar de caldo que al menos te calentaba.
Recuerdo que nos pasábamos horas desfilando y desfilando, girando a la izquierda y a la derecha. Y yo me preguntaba para qué. Era inutil. Pero no. Cuando llegué al sitio de destino conocí gente que le daba mucho al chirlo (al melón, a la olla, a la magín... que pensaba, vamos). Llamaban a eso de desfilar: ejercicios de integración. Se trata -me explicaron-, de hacer que respondas a las órdenes sin pensar, sin cuestionarlas, como un acto reflejo (conductismo, creo que se llama). Los que sois mayores me entendéis. Lo que pasa era que en aquella época en que la vida estaba fuera, resultaba algo anacrónico intentar que chavales en plena efervescencia se dejaran llevar por esa historia.
Pero cuántas cosas no hacemos conducidos por el pensamiento imperante. Tiene gracia, que según te vas haciendo mayor -y los hijos te dejan- vas viendo el manejo, la mierda que es la sociedad. Es como si a una flor la envuelves con un tul de colores preciosos. No se ve la flor, sólo el tul. Me dan envidia esas personas que visten como-les-da-la-gana. Yo soy un poco borrego (me visto como el Bernardo de Cámera Café -buscad en Internet).
Pues cuanto más te das cuenta de la verdad, menos cuentas a la hora de cambiar las cosas. Así que, jóvenes, despertad, buscad películas humanas para vuestros hijos. No os rindáis a los anuncios de un mundo feliz. Y -si teneis narices- deshacéos de la televisión.
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El rancho era la comida que te daban cuando estabas haciendo el campamento preparatorio para el servicio militar (entonces obligatorio). Buscabas las patatas navegando en el mar de caldo que al menos te calentaba.
Recuerdo que nos pasábamos horas desfilando y desfilando, girando a la izquierda y a la derecha. Y yo me preguntaba para qué. Era inutil. Pero no. Cuando llegué al sitio de destino conocí gente que le daba mucho al chirlo (al melón, a la olla, a la magín... que pensaba, vamos). Llamaban a eso de desfilar: ejercicios de integración. Se trata -me explicaron-, de hacer que respondas a las órdenes sin pensar, sin cuestionarlas, como un acto reflejo (conductismo, creo que se llama). Los que sois mayores me entendéis. Lo que pasa era que en aquella época en que la vida estaba fuera, resultaba algo anacrónico intentar que chavales en plena efervescencia se dejaran llevar por esa historia.
Pero cuántas cosas no hacemos conducidos por el pensamiento imperante. Tiene gracia, que según te vas haciendo mayor -y los hijos te dejan- vas viendo el manejo, la mierda que es la sociedad. Es como si a una flor la envuelves con un tul de colores preciosos. No se ve la flor, sólo el tul. Me dan envidia esas personas que visten como-les-da-la-gana. Yo soy un poco borrego (me visto como el Bernardo de Cámera Café -buscad en Internet).
Pues cuanto más te das cuenta de la verdad, menos cuentas a la hora de cambiar las cosas. Así que, jóvenes, despertad, buscad películas humanas para vuestros hijos. No os rindáis a los anuncios de un mundo feliz. Y -si teneis narices- deshacéos de la televisión.
Comentarios
Recuerdo bien la sensación humillante de tener que vestirme aquel disfraz verde; y cómo la mano se levantaba firme hasta mi sien, a desprecio de mi voluntad, al tiempo que de mi boca salía, como por un fantasma pronunciada, la frase "a la orden de usted mi sargento".
Ole tu arte, chavea.
En mi país, Costa Rica, un "rancho"...es un vómito...
qué pena...pero bueno....
Ay, Julia, pues el concepto español del rancho no se diferencia demasiado. Se toma como algo mal cocinado, que se da a un montón de gente.
Y encima es lunes.