¿Siempre ganan los malos?

Existe la idea de que intentemos que las cosas mejoren, siempre nos encontramos con obstáculos insalvables que lo impiden. Que siempre los malos impiden que el mundo avance.

Pues no es cierto. El mundo siempre avanza, a pesar de los malos. Porque o bien al final se dan cuenta de que los buenos tenían razón o simplemente acaban creyendo que ha sido idea suya y lo ponen en práctica.

El coste de esto es altísimo. Si los malos aceptaran de entrada, se ahorraran muchas horas y muchas vidas perdidas. Pero ellos necesitan ganar siempre. No les importan las ideas (el aborto, el matrimonio gay, la prohibición del tabaco...) Pero tienen que mantener el poder a toda costa.

Y nosotros los buenos, ¿qué queremos? ¿Ganar o mejorar la vida? 

Pero, ¿quienes son los buenos y quienes son los malos? La lucha en realidad es entre los que quieren que todo cambie deprisa y los que desean que los cambios no se produzcan. Entre el empuje de utopía y el peso del miedo.

Quizá pudiera parecer que quiero indicar que no hace falta molestarse, porque los cambios siempre acaban produciéndose. Pero no es así. Sólo la lucha consigue que los cambios lleguen. Si no hacemos nada, no se cambia nada.

Ya sabemos la frase esa de que el mal no necesita más que el que los hombres buenos no hagan nada.

Digamos que la masa inerte que es la mayoría de la población mira sin tomar partido la lucha entre los inmovilistas y los innovadores. Es un tira-y-afloja entre dos grupos relativamente pequeños. 

La lucha continua. Cuando dentro de quinientos años no exista la lucha entre sexos, quizá porque no existan los dos sexos, muchas de las luchas actuales nos parecerán ridículas. Cuando nuestro cuerpo sea un conjunto de cables e implantes más que raros, quizá desaparecca el concepto de bien y mal. Y ya no habrá buenos ni malos.

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