Las utopías

La sociedad capitalista, o sea, la que hoy impera, se basa en la idea de que la sociedad progresa gracias al libre mercado, es decir, al intento de ganar dinero y cada vez más. La competencia se establece para ver quien gana más.
Así, el trabajo bien hecho, la calidad de los productos ya ha quedado en el olvido. No digamos ya la idea de producir para satisfacer necesidades básicas de consumo.
Hoy se produce para satisfacer una demanda generada a través del marketing, o sea, convencer a la gente de que necesita aquello que realmente no necesita. Así vamos hacia el desastre, a menos que encontremos unos recursos inagotables. Sinceramente, espero que nunca sea así, porque enfrentándonos al desastre será la única forma en la que cambiemos nuestros perniciosos hábitos.
Si la sociedad se basara en la solidaridad, nos iría fráncamente mejor a todos. No haría falta trabajar tanto, echaríamos más horas al día para charlar con los demás y reirnos. ¡Claro que habría problemas y catástrofes! Pero la solución no consistiría en esperar a que el gobierno de turno se encargase. Se produciría sólo lo que se necesitase. La manutención no debería depender del dinero o de la caridad. La riqueza estaría prohibida. Todo esto ya tiene nombre: comuna. ¡Uuuuuuh! ¡El coco!
Pero es que la riqueza es el último refugio de los pobres espirituales. al igual que la pederastia es el último refugio de los pobres en afectividad.
Todo esto que he dico es muy bonito pero no resuelve la situación actual. Son solo sueños; yo diría metas. Ahora hay que hablar del camino para llegar allí.
Debemos de ser conscientes de que el dinero es escaso, que los vendedores de humo nos engañaron cuando nos dijeron que todo iba bien y que podríamos tener cochazos y pisazos y especular en bolsa como si fuéramos ricos. No. Lo que hemos sido se llama palurdos. Ahora estamos bajando a tierra.
Los pobres han perdido el empleo; y la clase media estamos por un lado pagasndo lo que hemos gastado sin tener y por otro aprendiendo a vivir con menos.

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