La izquierda atómica
Esta
mañana hablaba un contertulio extranjero de la facilidad que en España tiene la
derecha para aglutinarse por cualquier pequeña cosa y la izquierda de atomizarse
por cualquier pequeña cosa. A mi que la derecha se aglutine me da igual. Pero
que la izquierda se atomice, me sigue revolviendo las tripas. Creo que ya se
sabe mi opinión sobre nuestra izquierda universitaria y lo infantil que me
parece. Pero ¿he de recordar las batallas en plena guerra civil entre
comunistas y anarquistas? Es un mal endémico. O se lo achaco a una educación
basada en la religión, con buenos y malos. Los buenos van al cielo y tal... Voy
a poner un ejemplo. Felipe González. Ser odiado por nuestra juventud de
izquierdas. Yo casi siempre he votado al PSOE (primero al PSP) y alguna vez a
Podemos o IU. Pero siempre he votado y nunca a la derecha o centro-derecha. Yo
le agradezco muchas cosas a González y otras no tanto. Me da igual que ahora se
haya perdido para la causa, aunque visto lo visto, no me extraña. Intentó
desempaletarnos y (creo que se equivocó él) acabamos entregándonos en manos del
señor Aznar (ya sabéis; convertir las cajas en bancos, liberalizar el suelo,
meternos en el euro sin protegernos de la diferencia de precios, regalar la
parte estatal de las empresas estratégicas a sus amigos, la guerra de Irak, la Gürtel...).
Por cierto, que ahora resulta que el malo de la película es Rajoy, que solo
hizo el Tancredo (no lo justifico).
Volviendo a
Felipe, es el demonio para esta izquierda de cuentos de hadas. Yo diría
izquierda Disney. Que siguen pensando en términos de príncipe azul y bruja
mala. Pues no, señores. Cada uno puede pensar como quiera, pero la política
tiene dos finalidades, mejorar la vida de la gente y conseguir que la gente se
ponga de acuerdo en temas. El rencor es muy de izquierdas. Quizá porque tenemos
aun complejo de esclavos. Ojo. Que cuando hablo aquí de izquierdas, hablo de la
izquierda formal, no de la verdadera izquierda, la alternativa, la
comprometida, la que ejerce la solidaridad y el compromiso cada día, la que
está a pié de obra. Pero es que el voto de izquierdas es mayoritariamente
ejercido por esa otra izquierda (de la que creo formar parte), de la famosa
izquierda de café y de la "gauche divine". Estudiantes, profesionales
o asalariados fijos. Nosotros quizá somos más responsables que otra izquierda
en forzar el voto a la izquierda. Pero es que nosotros tenemos la
piel muy fina y podemos acabar votando a ciudadanos o quedándonos en casa.
Yo me
considero pragmático. Voto no por las promesas, sino por el peso del partido al
que voto. Últimamente he votado a Podemos para obligar al PSOE hacia la
izquierda. Pero no voy a dejar de votar porque una ley no sea completamente de
mi agrado. Siempre sostengo que el peor voto de izquierda, en este país y en
tiempos de paz, es mejor que el mejor voto de derechas. Prefiero a un señor que
hace un favor para que se jubile un pobre asalariado, que el que se lo lleva
crudo para hacerse el "chalete". Lo siento, pero todo el mundo es
accesible al robo. Pero la conciencia no se da por igual en ambos lados del
"arco parlamentario".
Por otro
lado, repasando nuestro reciente historia, el tándem socialismo-izquierda ha
creado resortes para mejorar la transparencia y la mejora social, mientras que
la derecha y sus asociados han acabado con la caja de la seguridad
social.
Para acabar, podemos debatir sobre feminismo, ideología, socialismo verdadero y prioridades, pero al final hay que votar y votar a tu izquierda (sea la que sea o la que más se acerque) porque si te quedas en casa, haces que una persona más viva peor que antes. Que está bien tener gato o apadrinar un niño, pero aquí hacen falta votos de izquierda siempre.
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